eran de razas tan distintas
que se reconocieron
instintivamente                          por la piel

tardaron mucho    sorprendiéndose
en gestos          transmutaciones
  y en la particular forma
      de desgarrar a las bestias

los amaneceres de sangre derramada
            eran su delicia:               ponían púrpuras sus ojos
y a ella se le crispaban las alas transparentes

los persiguieron infinitos mediodías

pero siempre supieron que sus mañanas
rojas
eran más largas que los días                     y los años



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