Lo que me dijo el perro esa noche.

El caminador es un transmundista, un viajero transversal al tiempo y tangente al espacio (pero tal vez lo veas  pasar por esta misma esquina, mañana a las tres).
No tiene intenciones de quedarse, ni siquiera de hablar. El ya no se queda y ya no habla. Hace tiempo logró subirse a su tren, a ese tren que lo perseguía en sueños, a ese tren del que se escondía tras el resplandor de lo común, lo bueno y lo limpio. Dejó un día de correr como corría, de correr dudando y sin correr, de correr recto y sin soñar, dejó de taparse los oídos con los puños cerrados y se escuchó gritar, cantar, cantar y cantar. Dejó de correr y se subió al tren que lo perseguía, al tren del que estaba atado, tirando. Y el tren se hizo túnel en un estornudo de desinteligencia fisica.
Y el corredor ensordecido se hizo caminador siempreatento.
Se volvió aprendiz del túnel, aprendiz de los instantes y de sus pasos.
Escuchó la mentira de las lineas paralelas, y se rió de ellas.
Leyendo el baile silencioso de una belleza sincera, disfrutó por primera vez de los palacios donde su voz interior no lo oía y se callaba de rabia.
Aprendió de golpe como caer infinito en el vacío del conocimiento silencioso,
aprendió a ser colibrí zumbando en las explosiones nectaríferas de sus sentires,
aprendió a ser vehículo de intenciones propias y lejanas,
a ser expresión mutante de causas ridículas, a ser consecuencia sincera, ávida y jocosa
de la tormenta que lo rodea y lo rellena.
El caminador se despreocupa de sus pasos, pero los afirma como una pincelada fresca sobre todos los suelos, paredes y horizontes. Él no se anuncia y no se despide; pero siempre llega silbando melodías de viento, canciones que te sonarán muy conocidas, muy recordadas, ya ensoñadas. El caminador no anuncia ni dirige. Al igual que con las nubes, es inocuo seguirlo o reclamarlo.
Sólo mantenete atento, con la canción pronta a hacerle coro, la sonrisa siempre al saludo y la mirada puesta en los rincones más anónimos.
El caminador es evidencia de lo invisible, es la revancha de la infancia, es la rebeldía de los sueños que no recordás. Y con esas inconsciencias nos enciende su existencia fugaz, arengandonos en su canto a cantarnos la desmemoria de lo marchado y quemarnos en la fricción de lo que todabia no fue caminado, de todo lo que nos llama.

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