Suceso de uno

De esas noches, hoy es una más
o una menos.
Hoy otra vez mi ego me buscó
y me encontró.
Es fácil, me encuentra en un instante.
Me invita, me sienta 
y me mata
me mato.
Me miro los adentros como de reojo,
al tiempo que me zambullo sin desnudarme
en un punto que flota en el aire.
Tomo un semirrapido hacia una mancha en la pared
y ya está, 
queda de mi sólo un yo desplomado,
de manos en la nuca y mirada irrespetuosa.
Cuando estoy yo solo con yo
el desorden me alegra, 
siento un vértigo dulce apuntando hacia el caos total.
Me invita la violencia del silencio y la estupidez de las palabras.
Ahí, 
cuando entiendo como se mueve el aire,
ahí,
cuando me río de estar vivo y muriéndome siempre,
sólo ahí
entiendo lo que olvidé
y vuelvo a ignorar todo lo demás.
Y mi yo es celoso, y no me suelta.
Entonces me miro y me veo de cerca
y descubro que soy demonio de colores,
que soy gigante y frágil,
con la sonrisa dibujando una boca alegre
y ojos desafiando ojos.
No me conozco lo suficiente para saber
si él o yo somos el verdadero.
Como tantas otras veces, 
yo sólo buscaba asustarme un rato
y romperme un poco la vida,
pero como yo no me conoce ni yo a él,
parece ser esta otra visita poco fructífera
de miércoles a la noche.

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